jueves, 4 de marzo de 2010

AVERIGUACIONES PREVIAS por Ignacio Martín

De Con toda la intención



AVERIGUACIONES PREVIAS



A mí Franco me tocó ya con flebitis,
por eso no pude exiliarme, en ese entonces.
Antes, el 68, me tocó naciendo,
por eso no pude hacer aquella revolución.
Cuando pude dar un paso adelante,
lo hice sobre el mar.
Aquí me tienes.

Creo que no soy viejo
todavía,
pero ya tengo muertos y recuerdos
de muerte.
Y recuerdos.

Me cuesta, me duele
darme cuenta de que a veces
estoy solo,
no tengo a quien contarle mis historias.

Entonces pienso que a nadie le interesan,
que ya bastante tienen.
Me duele.
Esto no es un poema;
es, más bien, algo así como una mentada de madre.



§



TODAVÍA


Rasgo de amor el velo del soneto
por no poder rasgarme vestiduras;
y lo rasgo de odio, llanto, lo muerdo
y lo busco y lo sueño.
Se me oculta.

Y me alegra encontrarlo; y darme cuenta
de que siempre lo tuve entre mis manos;
de que debía escarbar hasta alejarlo
para dejar después que renaciera.

Me duelen versos, sílabas sin nombre
y sin sombra. Duele
parir sin ser mujer...

Duele que se me escape la estructura,
o duele descubrir
que es otra cosa;
que puede que no sea necesaria,
a veces;
o que no existe.

A San Luis Potosí y su desierto: ALTIPLANO, por Esther Alvarado

ALTIPLANO

A San Luis Potosí y su desierto
por Esther Alvarado



Para saber que vivo
besa mi sed
a los rugosos labios del desierto
beso este breve abrevadero de nostalgias
beso este páramo perenne de los sueños
Me asilo entre las grietas huérfanas de agua
y me abandono así al arenal de viento

Soy primitiva roca en pedregal hirviente
soy fósil del erial que me adormece

Aquí hoy se conjuga el infinito
si miro hacia fuera en esta calma
y vierto hacia dentro la mirada

Soy cactus y raíz
albergue en el exilio de los ríos
pulso ungido de arrítmicos compases
latido en el torrente subterráneo

Soy cómplice del ansia de los cardos
aliada  incandescente de la savia
se hace verde la sangre
de mi espinoso corazón abierto

Los hombres y mujeres del desierto
hoy se beben el sol de mediodía
para avivar el fuego de su entraña

Mi sombra
polvo seco
disuelto en el perfil de cada piedra
sombra ceñida al cactus que se yergue
bajo el crisol que arde en la pupila
a veces se refugia entre mi piel cardada
entre mi voz rasposa
el yermo claustro de mi cuerpo

La sombra muda en humedal remoto
suspira por el pozo ante la hoguera
como halcón que se posa en el huizache
con la luz retenida entre sus garras


Camino donde afila su daga el horizonte
donde el rostro se ensancha ante el paisaje
y se evapora en día
en gotas pequeñísimas de ocaso

Qué rojo resplandor
cuando en el cielo
arde imprudente el corazón desnudo
incendia matorrales y mezquites
ante el glóbulo bufo de mi sangre