domingo, 11 de julio de 2010

De la poesía de Dinko Pavlov

Quisiera creer que los susurros

apagados que cruzan mi ventana,

provienen del albo ojo nocturno

advirtiéndome que el canto

en mi memoria

no viene del océano,

ni es el choque del viento,

es el espeso sonido de la niebla

tragando distancias.

 
 
Corta tus rasgos el filo de una pausa

con helados espasmos

exhalando largo suspiro,

entonces, triunfal,

a la hora indicada,

al son de cantos gregorianos y cirios,

apareces,

duro el rostro,

acallando voces a tu paso

el índice en los labios

en señal de perentorio silencio.







Se apaciguan mis antiguos dolores

bajo la inmensidad de ese cielo

tantas veces sordo a mis plegarias,

los brazos del sol tocan los míos

juego otoñal de amarillos reflejos

golpeando mi melancólica memoria,

deslizando por mi ajada tez,

partículas marinas

que semejan llanto.







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